miércoles, 29 de noviembre de 2017

Mundo abstracto de Mark Rothko

Antes de que alguno suelte la frase "a mi no me dice nada", os pediría que leyeseis primero este manual de instrucciones para comprobar si realmente habéis contemplado sus lienzos como es debido:
  1. No se puede opinar sobre este artista si solamente se han visto sus cuadros en foto. Las obras de Rothko son lienzos enormes que hay que ver al natural.
  2. Tampoco deberían contemplarse en una exposición o museo que esté lleno hasta las patas. Hace falta silencio, poca gente y un ambiente recogido (mejor entre semana, a una hora en que no haya mucho lío).
  3. No se puede ir con prisas. Estos cuadros requieren su tiempo y merece la pena dedicárselo.
  4. Hay que colocarse frente a la obra, lo más cerca que se pueda sin que te riña el vigilante de la sala, y dejar que la mirada se pierda libremente en los colores, sin pensar en nada más. Al cabo de un rato, mayor o menor dependiendo de la concentración de cada uno, se producirá el milagro.


Mark Rothko fue uno de los máximos representantes de la abstracción americana. A través de su personal lenguaje pictórico, que enlazaba con la tradición europea de lo sublime, el artista quería expresar las más básicas emociones universales, como la tragedia o el éxtasis. 
Los campos de color son aquí el vehículo que emplea Rothko para simbolizar la necesidad de que el espectador indague en sus propias emociones. La obra de arte tiene entonces un sentido de búsqueda del propio yo, de invitar a la reflexión y a la introspección. El abstracto, en este caso, busca el alma de quien contempla el cuadro.
La sociedad siempre ha marcado a los artistas, en el caso de Rothko estuvo marcada por  la ciudad de Nueva York, que se ha convertido en la auténtica capital del mundo capitalista, no sólo a nivel financiero y empresarial, sino también en lo que respecta a las cuestiones culturales y, más concretamente, a las artísticas.
A finales de los años 40, Rothko elimina de su pintura cualquier elemento figurativo dando paso a su enfoque basado en los colores puros en el espacio.

A finales de los años sesenta, en medio de una crisis depresiva, pintó una serie de obras con pintura acrílica negra que evocaban su profunda melancolía. Incapaz de superar este estado de ánimo, terminaría suicidándose en 1970.

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